Una vez en el interior accederemos a en un pequeño zaguán cubierto por un pequeño techo rectangular de ladrillo.
En él podemos observar los restos de las quicialeras, que en otros tiempos, servían para soportar los ejes de las puertas de madera que cerraba la puerta.
Superado el arco junto a esta puerta nos encontramos los arcos de las dos estancias interiores para la guardia.
Cada una de ellas presenta sus correspondientes bancos y bóvedas de aristas de esquife.
La zona central presenta una bóveda de arista ojival, semejante a la que podemos observar en la Puerta de las Armas.
Además es muy parecida a otras que podremos contemplar en nuestros recorridos por la Alhambra y el Generalife, recubierta por yeso fingiendo despiece de ladrillos.
Mientras que en el enlucido que cubre los arcos contemplaremos diversos dibujos geométricos policromados.
Además en la pared de la estancia sur, y encima del banco para la guardia que se encargaba del control y de la custodia de la misma, observaremos los restos dibujados de una corona policromados.
Presenta colores dorados, rojos y negros, por supuesto, de épocas mucho más recientes.
Los dinteles de los arcos interiores, aunque de distinta forma, se asemejan a los de la puerta exterior.
Intentando resaltar el relieve entre unos más salientes en relación al siguiente.
En algunos de ellos, generalmente los más exteriores, podremos contemplar diferentes dibujos policromados que los decoraban, tras la última restauración a la que se les ha sometido.